Nuestra añeja prospectiva sobre la irreversible decadencia de Estados Unidos se ha vuelto la moda en los centros serios de pensamiento del mundo –obviamente fuera del mismo afectado, cuyos seudopensadores apuestan fantasiosamente al desplome del mundo sin Estados Unidos.
Ahora es más sencillo auditar las miserias de la otrora superpotencia unipolar cuando sus finanzas y su economía se encuentran en caída libre debido al tsunami financiero que provocaron mediante su demencial casino bursátil.
Durante una conferencia en Lombard Street Research, Paul Volcker, muy solvente ex gobernador de la Reserva Federal y antecesor del maligno cuan locuaz Alan Greenspan, sentenció la “quiebra” del sistema financiero global (The Daily Telegraph, 17/11/08).
Hay que ser verdaderamente hipermasoquistas para perder el tiempo en escuchar a los Choms locales (las chachalacas del hampa organizada de los multimedia sovietizados), quienes emulan a los músicos del Titanic en pleno hundimiento.
El mismo Obama ha admitido que el tsunami, que analistas de peso colocan a niveles peores de 1929, se encuentra en su preludio. Barack Obama parece haber tomado las riendas del poder con dos meses de antelación, ante la fuga despavorida de Baby Bush, con el fin de intentar paliar la delicada vulnerabilidad de Estados Unidos mediante la clintonización financiera (clintonomics).
La revista francesa Marianne aporta la cifra antigravitatoria de 1.4 cuatrillonesde dólares (mil millones de millones en anglosajón) de “derivados financieros” a punto de explotar y que se encuentran en el centro del tsunami, mientras el serio Banco Internacional de Pagos (que desechó la hilarante candidatura del malhadado Guillermo Ortiz, quien no sabe cómo huir del Banco de México) los ubica en 675 trillones de dólares (millones de millones en anglosajón). Da igual si son trillones o cuatrillones: su explosividad es igualmente letal.
En esta coyuntura dramática, Igor Panarin, prominente analista político, profesor de la diplomacia rusa y especialista en ciberguerra, vaticinó el colapso del dólar y la balcanización de Estados Unidos, en una entrevista al rotativo Izvestia (24/11/08): “el dólar no tiene ningún respaldo. La deuda externa de Estados Unidos ha crecido en avalancha (…) Es una pirámide a punto del colapso”.
Igor Panarin había vaticinado hace 10 años en una conferencia en Australia la debacle económica de Estados Unidos y ahora es más sanguinario sobre su colapso en curso: “debido a la crisis financiera, tres de los más antiguos y grandes cinco bancos de Wall Street han cesado de existir, y dos se encuentran en agonía. Sus pérdidas son las mayores de la historia. Vamos a ver un cambio en el sistema regulatorio a escala financiera global. Estados Unidos no será más el regulador financiero del mundo” y será sustituido por “China, con sus amplias reservas (nota: se ha de referir a sus pletóricas divisas) y Rusia, que puede jugar el papel de regulador en Eurasia” (nota: se ha de referir a su poderío nuclear). Panarin no es un vulgar improvisado ni pertenece a la escuela de los Choms, sino que es un lúcido pensador visionario.
Tampoco se debe soslayar la operatividad conceptual del Kremlin en la dramática coyuntura que vincula en forma dual la crisis del caduco orden mundial: el acoplamiento del reposicionamiento militar ruso en el Cáucaso y el tsunami financiero estadunidense.
A Estados Unidos, que se ha consagrado a balcanizar y globalizar al mundo, el prominente analista ruso le propina una sopa de su propio chocolate al vaticinar su balcanización en seis pedazos: “la costa del Pacífico, con su creciente población china; el Sur, con sus hispánicos; Texas, donde los movimientos independentistas han crecido; la costa del Atlántico, con una mentalidad distinta y separada; cinco de los más pobres estados centrales con sus poblaciones nativas estadunidenses; y los estados del Norte, donde la influencia de Canadá es poderosa”.
Suena interesante el aislamiento del Wasp (“blanco protestante anglosajón”, tesis formulada por Bajo la Lupa, 9/11/08), pero peca de una abultada hispanización en detrimento de la más real “mexicanización”.
Igor Panarin pone en tela de juicio el “arrendamiento financiero” de Alaska (leasing), que pudiera ser reclamada por Rusia. ¡Ah, caray! ¿Qué hará la pistolera petrolera Palin ante el reclamo ruso de su antiguo territorio de Alaska? ¿Alcanzará a México la balcanización de Estados Unidos y, peor aún, su texanización bushiana?
Panarin coloca la lápida sobre el dólar, que será “sustituido” por el amero(coincidencias con Bajo la Lupa, 19 y 29/10/08): “en 2006 un acuerdo secreto fue alcanzado entre Canadá, México y Estados Unidos sobre la divisa común del amero como nueva unidad monetaria. Esto podría señalar los preparativos para sustituir (sic) al dólar. Los billetes de 100 dólares que han inundado al mundo podrían ser simplemente congelados, bajo el pretexto, digamos, de que los terroristas (sic) los falsifican, por lo que tendrían que ser investigados”. Panarin se fue a la yugular de Estados Unidos y deja entrever la vinculación profunda entre las finanzas estadunidenses, los “terroristas” y el narcotráfico global.
Finalmente, sopesa el reposicionamiento de Rusia ante la prospectiva de la extinción del dólar y la balcanización de Estados Unidos: “desarrollar el rublo como divisa regional. Crear un sistema de intercambio de los hidrocarburos en rublos (nota: los petrorrublos). Debemos romper los amarres que nos ligan al Titanic financiero que, desde mi punto de vista, se hundirá muy pronto”.
A nuestro juicio, la regionalización de las divisas, en detrimento de la globalización unipolar del dólar, podría constituir el ancla para el “nuevo Bretton Woods”, que deberá disponer de un sistema multipolar de divisas con sus respectivas esferas de influencia.
Tal geopolítica de las finanzas pareciera encaminarse en forma regional en donde emergerían las nuevas divisas del orden multipolar: el euro para el continente europeo (con una extensión nada descabellada a los restantes países del mar Mediterráneo); el rublo para la periferia inmediata de Rusia (con extensión hasta las entrañas del Cáucaso y Centro Asia); el yuan del “circuito étnico chino”, extensivo a Hong Kong, Macao, Taiwán y Singapur, así como a la península coreana y al bloque de los 10 países del Sudeste asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés) y ,tristemente, el amero para el funesto TLCAN. ¿Cuál será la divisa de la anglósfera?
Faltaría definir la divisa común de las petromonarquías árabes (en vías de formación), la zona de influencia de la rupia de India, la futura divisa regional de Sudamérica y la de los países islámicos, donde Irán jugaría un papel preponderante. ¿Se aferrará el decadente “México neoliberal” del PRIAN al amero o se unirá creativamente a la futura divisa sudamericana?