Carstens y Calderón alardean cómicamente poseer la receta para evitar la crisis crediticia global en pleno despliegue que ha alcanzado al nepotismo dinástico de los Bush, cuyo legendario Grupo Carlyle se encuentra en severas dificultades financieras debido a la insolvencia de una de sus subsidiarias, Carlyle Capital Corp. Ltd, que cotizaba en Ámsterdam, prácticamente quebrada.
En México, el Grupo Carlyle, empresa pirata candidata a llevarse parte del “tesoro” petrolero en las profundidades del Golfo de México, está representado por Luis Téllez Kuenzler, simultáneamente secretario de Comunicaciones de la cleptocracia calderonista, y quien fuera secretario de Energía zedillista y antecesor de Reyes-Heroles González Garza en el cargo. Téllez ha cometido innumerables errores garrafales en sus múltiples puestos en la función “pública” (sic), pero uno es inolvidable, cuando fue a engañar a un ignaro Congreso (¡para lo que sirven las legislaturas en el siglo XXI!) de que el precio del oro negro se desplomaría a seis dólares el barril, por lo que urgía la venta perentoria de Pemex a las trasnacionales texanas. Hoy el petróleo cotiza a más de 100 dólares el barril (el ridículo Téllez se equivocó más de 16 veces.) Esta es la fauna neoliberal que dos sexenios más tarde pretende rematar Pemex a las trasnacionales texanas y gallegas, incluido el Grupo Carlyle, en pleno naufragio financiero
El solvente analista F. William Engdahl explaya sus vicisitudes: “uno de los fondos privados de capital más influyente y poderoso en las dos décadas pasadas, íntimamente (sic) ligado a la familia Bush” (Global Research; 10-3-08). Entre sus principales socios se encuentran Daddy Bush, el texano James Baker III, el ex primer ministro británico John Major, y –nos ilustra el gran investigador Greg Palast–, nada menos que ¡Osama Bin Laden! Así que Bin Laden resultó el patrón de Téllez Kuenzler, miembro prominente de la cleptocracia calderonista.
Los severos problemas del Grupo Carlyle afloraron en septiembre pasado, cuando recurrió a ser rescatado por Mubadala, brazo financiero de los “fondos soberanos de riqueza” de Abu Dhabi, que aportó mil 300 millones de dólares por 10 por ciento de su capital accionario, cotizado en 21 mil millones de dólares que se pueden pulverizar debido a su insolvencia.
En la realidad geopolítica, sus problemas empezaron en marzo de 2004, un año después de la invasión ilegal de la dupla anglosajona a Irak, cuando se supo que la cohorte de petroleras privadas (y sus caricaturescas excrecencias como la pirata española Repsol) no podían capturar su oro negro.
Osama Bin Laden citó “el verdadero motivo de la guerra en Irak: enriquecer a las corporaciones ligadas a la administración Bush”, en particular a Halliburton (Don Van Natta Jr., The NYT; 19-12-04). Naturalmente que Osama no podía delatar a su propia empresa de la que es presunto accionista, Grupo Carlyle ni a Blackstone, que cobró una fortuna por el desastre del atentado del 11 de septiembre. Visto en retrospectiva no salió exitoso el “negocio” de la invasión a Irak, que cinco años más tarde lleva un costo mayor a los 3 billones de dólares (trillones en anglosajón), según Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía.
Ahora si que los “mercados” que tanto invocan los neoliberales le faltaron el respeto al nepotismo drástico de los Bush, la familia controladora del Grupo Carlyle: las acciones de sus subsidiaria fueron suspendidas en Ámsterdam, después de un desplome brutal de más de 60 por ciento.
Engdahl inculpa a la alquimia del mago malhadado y malvado Alan Greenspan, el “Maestro” (sic) consagrado a expectorar barbaridades desde su lastimosa condición de fracasado global y cuya “ingeniería financiera” hizo posible que el Grupo Carlyle, con solamente 670 millones de dólares de capital, “se hubiese apalancado 32 veces más para financiar un portafolio de 21 mil 700 millones de dólares de seguros avalados por las hipotecas emitidas por las agencias inmobiliarias paraestatales Freddie Mac y Fannie Mae” (por cierto, ambas al borde del abismo, como hace mucho habíamos alertado).
El bushiano Grupo Carlyle usó en forma parasitaria los “seguros” de las agencias paraestatales inmobiliarias hasta el agotamiento especulativo y hasta que el destino de la insolvencia de los créditos inmobiliarios de baja calidad (los célebres sub-prime) lo alcanzó. Alguien pudiera sostener la hipótesis mágica de la justicia divina que operó contra el nepotismo dinástico de los Bush y difícilmente sería refutado.
El Grupo Carlyle no puede solventar 16 mil millones de dólares de empréstitos a cuatro bancos (también en el naufragio global) y a duras penas pudo desembolsar unos miserables 150 millones de dólares para aplacar la furia de sus implacables acreedores.
En forma sarcástica Engdahl reporta que el grupo financiero bushiano no es el único conglomerado elitista en “serias dificultades”, como es el caso de Blackstone Group, vinculado a las tratativas bizarras del cobro de los seguros por la “demolición controlada”–perdón por el lapsus linguae–, por la destrucción de las torres gemelas del WTC en Nueva York, el 11 de septiembre (ver Bajo la Lupa; 26-9-04; 3-10-04 y 22-12-04).
Son tan elitistas los “fondos de capital privado” (private equity capital) conectados a la cúpula del poder en EU, como el Grupo Carlyle y Blackstone, que no se habían dignado cotizar en las bolsas de valores que consideran como un mercado para las plebes globales. Después del golpe financiero que asestaron con el anómalo cobro multimillonario por la destrucción de las torres gemelas, como que Blackstone, con 102 mil millones de dólares de activos, se quedó corto de atentados irrepetibles, por lo que decidió cotizar en bolsa en junio pasado, lo que de cierta forma presagiaba la crisis por venir dos meses más tarde y mediante la cual seguramente pensaban endosarle las pérdidas a los cándidos compradores de “gangas”. A partir de entonces sus acciones han periclitado más de 50 por ciento y no ha podido concretar la compra de un procesador de tarjetas de crédito (¿para espiar al prójimo?) Alliance Data Systems Corp., con sede en Dallas, por 6 mil 600 millones de dólares. ¿Cesó de ser negocio el terrorismo texano con máscara islámica?
En Alemania está muy de moda fustigar el depredador “capitalismo de las langostas” (Heuschrecke) y como buen germano, Engdahl caracteriza las operaciones, que no operativos, del Grupo Carlyle y Blackstone como parte de su intrínseca quintaesencia perversa. Solamente que ambos depredadores conglomerados financieros de las elites políticas parasitarias de EU no contaron con su serie de errores garrafales ni con el castigo de la justicia divina.