La Jornada; Bajo la Lupa 19.11.2006
https://www.jornada.com.mx/2006/11/19/index.php?section=opinion&article=016o1pol
Después del canto de cisne que emitió en la revista Foreign Affairs (“El Nuevo Medio Oriente”, nov-dic 06), Richard Nathan Haass fue entrevistado por la revista alemana Der Spiegel (13/11/06), días después del giro hacia el centro-izquierda en las telúricas elecciones del 7-11, donde resalta que “Irak no es ganable” y que había llegado el “fin (sic) de la era de Estados Unidos (EU) en Medio Oriente”, lo cual tendrá repercusiones enormes en la correlación mundial de fuerzas.
Haass, oriundo de Brooklyn, no es un personaje menor: funge como presidente del influyente Consejo de Relaciones Exteriores (CRE), que suele adelantar conceptualmente la ulterior praxis política del Poder Ejecutivo estadunidense. Dicho consejo publica la controvertida Foreign Affairs (FA), una revista más equilibrada que las traducciones y agregados “mexicanos” que distorsiona en forma grotesca el ITAM, el centro de adoctrinamiento del “salinismo financiero”, y de las que se hace cargo el castañedista Rafael Fernández de Castro, quien antepone los intereses texanos a los del país donde nació. El controvertido CRE ha hecho derramar mucha tinta legendaria que ahora no viene al caso evocar.
Haass había sido director de la Política de Planeación en el Departamento de Estado e íntimo asesor del general Colin Powell y de Daddy Bush. Posee competentes credenciales académicas, con un doctorado en filosofía, al más alto nivel trasatlántico (Brookings Institution, Carnegie Endowment for International Peace, International Institute for Strategic Studies y las universidades de Harvard y Oxford), y durante la primera guerra estadunidense contra Irak estaba a cargo de la “mesa de Medio Oriente” en el poderoso Consejo de Seguridad Nacional. Sabe de lo que habla y su visión sobre Medio Oriente no es nada halagüeña, la cual, predice, “se volverá todavía más peligroso” en los años por venir, que pueden ser “de cinco a 50 (sic)”, una “era increíblemente peligrosa”. ¿Todavía más?
Mientras Georg Mascolo, el entrevistador de Der Spiegel, ridiculiza los “dolores de parto” que prometieron dar a luz a un “fabuloso nuevo Medio Oriente”, Haass avizora el “ajuste de la política” de EU: “podemos anticipar reducciones y redespliegues, y posiblemente un mayor énfasis en la diplomacia, tanto con Irak como con sus vecinos, incluyendo Irán y Siria”.
Asienta que ni en la guerra fría Washington había lidiado con “tantos desafíos difíciles al mismo tiempo” y ahora se encuentra “sobrextendido militarmente, dividido políticamente y sobredimensionado también económicamente”, cuando impera mucho “antiamericanismo en el mundo. Es una muy mala combinación”.
A su juicio, la futura “situación hará que se tenga nostalgia del viejo Medio Oriente”, donde “EU gozaba de tremendo dominio y libertad de maniobra. El petróleo era asequible a precios razonablemente bajos (¡super-sic!), la región ampliamente en paz (sic)”. Critica que la “ausencia de una política energética seria (sic)”, el cambio de regímenes y la decisión de invadir Irak empeoraron la situación: “Irán será un Estado poderoso en la región, un clásico poder imperial. En el futuro visible no se vislumbra un proceso viable de paz entre Israel y los palestinos. Emergerán milicias en toda la región, el terrorismo crecerá en sofisticación (sic), aumentarán las tensiones entre sunitas y chiítas, causando problemas en las sociedades divididas de Bahrain, Líbano y Arabia Saudita (sic). El Islam llenará el vacío político e intelectual” y el caos prevalecerá en Irak, donde “la guerra civil podrá atraer a sus vecinos”.
No sobra recalcar quiénes son los “vecinos”: Siria, Jordania, Turquía, Kuwait, Arabia Saudita e Irán.
Quedan diáfanas las perspectivas de balcanización generalizada y el ascenso irresistible del “creciente chiíta” desde el golfo Pérsico hasta la costa oriental del mar Mediterráneo.
En su autocrítica lúcida, aunque muy tangencial, confiesa el riesgo de un “síndrome Irak”, similar al trauma siquiátrico de Vietnam: “el pueblo estadunidense no estaba preparado para esta guerra: no se le dijo que sería difícil y cara (sic)”.
Responde a las preguntas que ha suscitado su relevante artículo en FA, en el que sentencia, en forma sintética, que “la era del dominio de EU en el Medio Oriente acabó y una nueva era en la historia moderna de la región ha empezado, que será configurada por nuevos actores (sic) y nuevas fuerzas (sic) que compiten por influencia y por su control (sic). Washington tendrá que depender más de la diplomacia (¡super-sic!) que del poder militar”.
Lo que ganó Daddy Bush en el primer conflicto en Irak, lo dilapidó Baby Bush en la segunda guerra familiar, y a quien debemos agradecer que haya acelerado la decadencia de la otrora superpotencia unipolar, dicho sea metafóricamente, dejando desde luego de lado toda el irredimible trauma que infligió al planeta entero.
Haass será acusado sin misericordia por los fantasiosos neoconservadores straussianos y sus aliados fundamentalistas israelíes del partido Likud, de vulgar declinista: “las visiones de un nuevo Medio Oriente, similar a la región europea, pacífico, próspero, democrático, no serán realizadas”. Queda claro que lo que no pudo capturar EU (v. gr. el petróleo) no se lo van regalar a sus competidores geopolíticos.
Considera más probable la “emergencia de un nuevo Medio Oriente que se causará daño a sí mismo (sic), a EU y al mundo”, y donde los “actores locales y los radicales (sic)” tendrán mayor impacto en su configuración que la intervención foránea: “junto al manejo (sic) del dinamismo asiático”, su epílogo representará “el primer (sic) desafío a la política exterior estadunidense en las décadas (sic) por venir”.
Ahora resulta que los “radicales” son los invadidos y no los cleptómanos invasores misioneros de la depredación y la tortura: ¡el sofisma en su máxima expresión!
Se pronuncia por negociaciones con Irán y Norcorea y contra una política neoaislacionista en la etapa de la globalización. Quizá, por sus orígenes genéticos no toca ni con el pétalo de una rosa la política israelí ni la colusión de los fundamentalismos hebreo y cristiano en EU, para solamente abultar el integrismo del “Islam radical”, y se le escapa el neoproteccionismo económico estadunidense que está descarrilando la tambaleante globalización. Pero no importan tanto algunas de sus debilidades conceptuales, muy comprensibles, como el mensaje trascendental que emite su institución.
Manifiesta una obsesión enfermiza por el “manejo (sic) de las crisis” (balance del poder en Asia, tragedia de Darfur y calentamiento global), como reflejo de la sicología del “control” militarista que ostentan los hacedores de la política de EU, quienes aún no se enteran de la abrupta decadencia de su país ni de la caducidad de la globalización.
Llega a la conclusión de que Washington no puede resolver solo los problemas globales (v.gr. el sicótico unilateralismo), pero que tampoco el mundo puede hacerlo sin la “participación activa” de Estados Unidos (el más creativo multilateralismo). ¿Estará EU preparado mentalmente para tan dramática metamorfosis cerebral?..