Después de la captura de grandes extensiones de territorio a los dos lados de la transfrontera de Siria e Irak, los sunitas del Estado Islámico de Irak y el Levante (Siria y Líbano) —ISIS, por sus siglas en inglés, y DAESH, en árabe— proclaman la “restauración del Califato” del “nuevo Estado Islámico”.
Su enigmático líder Abu Bakr Al-Baghdadi es proclamado el califa del nuevo Estado. La selecciónes muy sugerente ya que el primer califa del Islam en el siglo VII fue justamente “Abu Bakr”, y “al Baghdadi” significa oriundo de Bagdad. En paralelo, el primer ministro israelí Netanyahu exhorta a reconocer el nuevo Estado de Kurdistán en el norte de Irak, al mismo tiempo de las patentes reticencias del gobierno neo-otomano —antes y después del intento del golpe de estado contra el sultán post-moderno Erdogan— en contra de la creación del nuevo Estado Kurdo, que podría digerir la tercera parte de Turquía.
Resulta muy ilustrativo que el rotativo The Times of India otorgue mucho vuelo a “la nueva era del yihad internacional” que se puede expandir a todo el universo islámico desde África, pasando por el “Gran Medio Oriente (en la semiótica geopolítica israelí)”, hasta el subcontinente indio y el sudeste asiático, curiosamente, en las fronteras de tres miembros mayúsculos de los BRICS: Rusia, India y China que ostentan relevantes “minorías” musulmanas.
¿Está la CIA detrás del yihadismo global?
La ruta de salvación contra el yihadismo puede tener en Irán a un importante aliado cuando el presidente iraní Rouhaní ha insistido, frente al triunfo tectónico de Trump, que “Irán y Rusia continuarán cooperando hasta la eliminación del terrorismo”.
Lo trascendental es erradicar el cáncer del yihadismo y sus metástasis. A ello apunta la nueva colaboración geoestratégica entre el populista Trump y el zar Vlady Putin, mediante un G-2 que aún no se atreve a pronunciar su nombre, y al que se puede adherir China en un G-3 creativo.
- Autor: Alfredo Jalife-Rahme
- Editorial: Orfila
- Año: 2016
- Páginas: 256