Como se anticipó aquí (28/8/13; 1, click 4, 8 y 11/9/13), el presidente Barack Obama acepta que el acuerdo sobre Siria puede influenciar las charlas nucleares con Irán y ha llegado hasta confesar que ha tenido correspondencia con su colega iraní Hassan Rouhani sobre la situación en Siria (VOA News, 15/9/13).
Obama puso en relieve el peligro de desatar una carrera armamentista nuclear en el Medio Oriente.
Erich Follath ( Der Spiegel, 16/9/13) reporta que el presidente iraní Rouhani está preparado a cerrar su planta nuclear en Fordo –sitio de su mayor avance de enriquecimiento de uranio en 20 por ciento: muy lejos del mínimo 90 por ciento para fabricar una bomba atómica– si Occidente levanta las sanciones.
Juan Cole, profesor de historia de la Universidad de Michigan y connotado orientalista, comenta en su portal Informed Comment (15/9/13) cómo queda el mundo después del acuerdo Kerry-Lavrov sobre Siria.
Considera que el secuestro de las armas químicas de Siria es improbable que acorte la guerra civil o salve muchas vidas, pero existen vencedores y perdedores en la región y el mundo.
Los grandes perdedores son los halcones –como la cubano-estadunidense Ileana Ros-Lehtinen (republicana de Florida), ya no se diga los senadores superbélicos John McCain y Lindsey Graham, quienes esperaban que el ataque de Estados Unidos con misiles de crucero cambiase la balanza a favor de los rebeldes y en detrimento del partido Baas sirio.
Comenta que el acuerdo desilusionó (sic) profundamente a Turquía, Qatar y Arabia Saudita, quienes deseaban el bombardeo de Estados Unidos.
En Europa resultó gran perdedor el socialismo francés en su asociación bélica con Obama: Francia pensaba posicionarse en su anterior colonia Siria y reinsertarse de nuevo en el centro de los asuntos globales.
A juicio de Juan Cole, los grandes vencedores fueron el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y el Grupo de Shanghai (China, Rusia, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán), lo cual coincide con la apreciación de Bajo la Lupa (15/9/13).
Llama poderosamente la atención el estatuto de observadores del Grupo de Shanghai –India, Mongolia, Afganistán, Irán (sic) y Pakistán– que se traslapa con tres miembros del BRICS mediante el común denominador del triángulo geoestratégico nuclear Rusia/China/India.
Cita que el canciller ruso Serguei Lavrov agradeció explícitamente al BRICS y al Grupo de Shanghai su apoyo al abordaje basado en los principios para resolver el problema de las armas químicas en Siria exclusivamente por medios pacíficos.
A juicio de Lavrov, la resolución del problema de las armas químicas en Siria será un paso mayor hacia la consecución de largo alcance para crear una zona libre de armas de destrucción masiva en Medio Oriente, lo cual, a mi juicio, constituye una vigorosa cuádruple presión para que Israel ratifique la Convención de Prohibición de Armas Químicas, exhume su posesión clandestina de armas químico-biológicas, acepte la inspección de su máximo de 400 bombas atómicas por la AIEA y firme el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares.
Después del regaño del Ministerio de Defensa al agregado militar israelí por haber lanzado en conjunción de Estados Unidos una prueba misilística con trayectoria en dirección de Moscú ( Haaretz, 9/9/13), el súper halcón primer ministro Bibi Netanyahu ha de entender perfectamente que la nueva dinámica en el gran Medio Oriente no corre a su favor –abundantemente detallado por Haaretz (20/9/13)– por lo que puede pensarse que buscará descarrilar por todos los medios un acuerdo nuclear entre Estados Unidos e Irán, a lo que se ha anticipado el anterior canciller Avigdor Lieberman, hoy líder del partido fundamentalista Yisrael Beytenu, quien amenazó que Israel debe contar por sí solo para someter a Irán ( The Times of Israel, 10/9/13).
Por cierto, el canciller Lavrov mencionó insólitamente que China envió un buque de guerra al mar Mediterráneo en las cercanías de Siria, durante el paroxismo de la crisis.
Juan Cole aduce que el ataque unilateral de Obama a Damasco hubiera simbólicamente subrayado que Rusia no es más una gran potencia y que carece de inviolables esferas de influencia. La recíproca es más que cierta: Rusia ha sido tratada como igual por los diplomáticos de Estados Unidos y su estatura ha crecido, lo cual es avalado por la revista Foreign Policy, que califica al presidente ruso como Vlad de Arabia (13/9/13) en alusión a Lawrence de Arabia, el legendario espía británico encargado de implementar en el terreno bélico el acuerdo de Gran Bretaña y Francia para repartirse el féretro del imperio otomano mediante la cartografía de Sykes-Picot.
El director de Red Voltaire, Thierry Meyssan –quien fue de los pocos en el mundo en haber vaticinado el acuerdo entre Putin y Obama–, refiere que Estados Unidos y Rusia rediseñan la nueva cartografía del Medio Oriente, en similitud a los acuerdos Sykes-Picot de 1916, que, se entiende, debe pasar ineludiblemente por la desnuclearización del área.
Juan Cole arguye que el gobierno de Putin apoya al de Siria en parte porque protege a los cristianos ortodoxos de Siria, además que Alepo, la principal ciudad de ese país, se encuentra a sólo 24 horas en carretera, a través de Turquía, de la ciudad de Grozny, donde Rusia ha enfrentado turbulencias sustanciales en las pasadas dos décadas. El fantasma del Cáucaso y su silueta en Chechenia, patio trasero ruso, planeó siempre detrás de la crisis de Siria.
Cole sintetiza que Rusia ganó, la nueva junta militar de Egipto ganó, Irán ganó e India e Indonesia ganaron. Bajo la Lupa había señalado puntualmente la gran relevancia del rechazo de Indonesia (la máxima población islámica sunita del planeta) a la aventura unilateral de Obama durante la Cumbre del G-20 en San Petersburgo.
Además, afirma que existe mucha diferencia entre marzo de 2003 –cuando Baby Bush supuso que Estados Unidos era la súper potencia unipolar y la primera potencia hegemónica en el Medio Oriente– con el anuncio del acuerdo Putin-Obama 10 años después, cuando Rusia irrumpe para compartir un condominio bipolar regional con Estados Unidos.
Juan Cole concluye que el acuerdo Kerry-Lavrov regresa al mundo al siglo XIX, cuando existieron múltiples centros de poder y cada uno con su respectiva esfera de influencia.
A mi juicio, el mundo no cambia en San Petersburgo –ya había cambiado hace cinco años en el Cáucaso en 2008 (ver Bajo la Lupa, El mundo cambió en el Cáucaso; 20/8/08)–, sino que avanza y profundiza su travesía hacia el imparable nuevo orden multipolar policéntrico, un genuino G-3 que no se atreve a pronunciar su nombre: Estados Unidos-Rusia-China.
Casi 100 años más tarde (exactamente 97 años), el acuerdo ruso-estadunidense Kerry/Lavrov sustituye al caduco reparto colonial franco-británico de Sykes-Picot en el Medio Oriente.
Dos nuevos jugadores, Rusia y Estados Unidos –con China en la retaguardia– durante la Cumbre del G-20 en San Petersburgo imponen una nueva cartografía, pero con los mismos hidrocarburos, la mayor reserva del planeta, que permanecen siempre allí.
Sigue la desnuclearización. ¿Podrán Putin y Obama persuadir al mesianismo nuclear israelí?
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