Resultó más real la postura asépticamente escéptica de los críticos del shale gas (gas esquisto/lutitas), remedy quienes fustigan su extracción como una burbuja adicional del modelo neoliberal financierista global (Bajo la Lupa, view 29/4/12; 19 y 26/12/12; 10/2/13; 17/3/13; 10/4/13; 3, 7, 21 y 28/7/13), sin contar la grave impugnación de su depredación ambiental, en especial, en Europa occidental: uso masivo de agua, que contaminaría los escasos mantos freáticos del planeta, el secreto de las 96 sustancias tóxicas inyectadas, y su presunta causalidad de sismos.
La polémica reforma energética de Peña/Videgaray/Aspe, más que encontrarse en peligro en las calles turbulentas (The Financial Times, 15/9/13), puede ser quebrada en su columna vertebral: el shale gas no es lucrativo, según la columna Lex, del Financial Times (17/9/13): “Mucho shale, pero ¿alguien ganará algo de dinero?”
La reforma energética de corte neoliberal/entreguista/antiambientalista fue inspirada teológicamente por los centros de EU: CSIS/Wilson Center y su excrecencia local, el ITAM, a quienes se agregaron las extrañas entelequias Cidec/IMCO/Comexi y sus ampliamente conocidos intereses financieros (Bajo la Lupa, 3, 7, 10, 14, 17, 21, 24, 28 y 31/7/13; 18 y 21/8/13), que llevan en última instancia a los minotauros a los dos lados del Atlántico Norte, los banqueros Rothschild (y su empresa petrolera BP) y la estadunidense Chevron con sus accionistas bancarios: JP Morgan Chase (con el equivalente al PIB mundial en derivados financieros), Black Rock, Vanguard Group (2 millones de millones de dólares de activos), Capital Group (1.5 millones de millones de dólares de activos), etcétera. En 1988, el polémico israelí-estadunidense Larry Fink fundó Black Rock, una de las más influyentes instituciones financieras del mundo (con activos de casi 4 millones de millones de dólares) bajo el fantasmagórico paraguas financierista de The BlackStone, que fue beneficiada asombrosamente con el doble (sic) cobro de seguros de las Torres Gemelas del 11/S (Bajo la Lupa, 26/9/04).
La insensatamente cacareada revolución del shale gas, rumiada en México sin el menor rigor académico por IMCO, no es tal: abundan dudas sobre lo lucrativo de su extracción. Un estudio de la firma consultora IHS afirma que “podría existir cuatro veces más shale gas en el mundo que en EU”, cuando todo el mundo perora de su revolución y la transformación (¡supersic!) de la energía industrial de EU.
Su principal riesgo, que ocultaron los turiferarios de la elusiva y alusiva revolución: mucho ruido y pocas nueces a nivel lucrativo. En el México neoliberal itamita, los fatuos apologistas del shale están resultando ser las ratas seducidas por la flauta del Hamelin desinformativo global.
Lex, del FT –no olvidemos adónde fueron a entregarse Peña, Videgaray y su nutrido séquito (Bajo la Lupa, 7/8/13)–, confiesa que “pocas empresas tienen buenas tasas de retorno con el shale”. En contraste, las grandes petroleras anglosajonas, como ExxonMobil y Shell, parece (sic) que no pueden comprar, descubrir o crear valor (¡supersic!). ¿Cómo queda con esta exhumación de datos nada lucrativos, que oculta(ba) una burbuja, la columna vertebral de la reforma energética Peña/Videgaray/Aspe?
En el México neoliberal itamita, el asunto del shale gas es peor, ya que en la región noreste, donde es abundante, existe carencia de agua, lo cual complica más su abultado costo de extracción.
Resulta y resalta que existen tres mejores áreas de oportunidad fuera de EU: Argentina, Noráfrica (principalmente Argelia) y Siberia, cada una con sus problemas específicos, mientras la opinión pública en Europa occidental se opone ferozmente al polémico fracking (fracturación hidráulica).
Todo parece indicar que, efectivamente, la producción controvertida de shale en EU cambió el mapa de la producción de energía mundial, pero de manera efímera, al resultar una vulgar burbuja financierista. Sin duda, “la producción de petróleo de EU se incrementó a la mitad desde 2008, basado en la fortaleza del shale” y es probable que se mantenga, si es que no decae antes debido al inicio del estallido de su burbuja, hasta 2020.
Se dice poco, pero a diferencia del restante de los hidrocarburos –como me señaló en forma personal el ex director de Petrobras Ildo Sauer–, la extracción del shale gas es exageradamente expedita (en un inicio: una captura de 70 por ciento) y no es duradera, como el petróleo.
El análisis de la consultora IHS (FT, 17/9/13) “sugiere que los campos, incluidos Vaca Muerta (Argentina), Bazhenov (Siberia) y el shale Silurian (Noráfrica), pueden producir más que el yacimiento Bakken (Dakota-Norte) y el Eagle Ford (Texas)”.
A juicio de Ed Crooks, “los costos de extraer las reservas de ‘petróleo apretado’ (tight oil), que se encuentran en el shale y en otras rocas de difícil acceso son significativamente mayores en otros países que en Norteamérica” (¡supersic!; nota: se han de referir a la tripleta EU/México/Canadá) que sugieren que necesitan un mayor precio del petróleo para ser comercialmente viables: ¡todo lo contrario a su cantado abaratamiento!
Según IHS, los 23 más promisorios campos de tight oil fuera de EU y Canadá tendrían 175 mil millones de barriles de petróleo extraíble frente a los 40 mil millones de campos similares de Norteamérica (¡supersic!), con el potencial de producir 5 millones de barriles al día en la próxima década de 2020, lo cual afectará significativamente el mercado del petróleo. Muy defensivos, los ejecutivos petroleros han expresado mucha precaución sobre la tasa en la que tales recursos puedan ser desarrollados debido a problemas como la incertidumbre sobre los derechos de propiedad –como en el México neoliberal itamita, donde prevalece la tramposa discusión bizantina entre reparto de utilidades, reparto de producción y el intermediario booking–, así como la “oposición ambientalista (supersic!), la carestía de agua (¡supersic!), la necesidad del fracking y, por encima de todo, la falta de personal calificado (¡supersic!) y el equipo necesario en la industria de servicios del petróleo”.
Hasta Peter Voser, mandamás de Shell, comentó que hablar de una revolución global del shale era un poco sobrexagerado.
¡Pues a ver si convence a los alucinados fundamentalistas neoliberales de la fauna del ITAM/IMCO/Cidac/Comexi!
Crooks aduce que desarrollar el shale gas requiere una enorme inversión. Todo empeora bajo el horizonte de no ser lucrativo: objetivo primordial de cualquier entidad neoliberal, en especial la omnipotente banca de inversiones de Wall Street/la City.
¿Estalló la primera de las tres burbujas financieristas de la repelente reforma neoliberal/entreguista/ antiambientalista de Peña/Videgaray/Aspe: el shale gas y los tesoros, el convencional en tierra firme y el no-convencional en aguas profundas? ¿Se aferrarán Peña/Videgaray/Aspe al espejismo del shale gas nada lucrativo?
Primum nihil nocere: lo primero es no dañar.